lunes, 18 de diciembre de 2017

No me digas cuántos hijos tengo que tener

¿Para cuando la parejita?

¿Cuándo le vais a dar un hermano?
¿No vais a dejarla sola no? Pobrecita.

No hay día que los padres de hijas únicas no escuchemos este tipo de preguntas. O hijos. Probablemente, seguro, preguntan sin mala fe, en parte por convencionalismo social, en parte por interesarse por tu vida personal. Y esa es la cosa, es mi vida personal. La mía, la de mi pareja y la de mi hija. De nadie más

No es competencia del vecino del cuarto, no es competencia del cajero del súper, no es competencia de la señora que te pone la gasolina ni del señor que te sirve la comida. Por ser, ni siquiera es de la incumbencia del cuñado, el tío o el sobrino. Quizás ni de padres madres o hermanos.

No es competencia de nadie porque nadie sabe si mi mujer y yo llevamos meses intentando tener ese segundo hijo y no podemos. No sabe si me he quedado estéril por una enfermedad. Si mi mujer o yo tenemos una enfermedad terminal. Si ella ha abortado 4 veces. O si el parto fue la peor experiencia de su vida. Si alguno de los dos tiene una enfermedad que se transmite al feto.

Quien pregunta no sabe si acabamos de perder a otro hijo. O a dos. O si alguno de los dos está sufriendo porque se siente un mal padre o una mala madre porque no le da para ser ese modelo de familia que nos dicen que debemos ser. O si nos estamos separando. O si mi hermano intentó asesinarme. En fin, mil cosas.

Piensa, también, que tu comentario sea más hiriente para ella que para él, porque llevará años escuchando ese tipo de "consejos": búscate un novio, cásate, ten un hijo que se te va a pasar el arroz, pide cesárea, ten un parto natural, haz gimnasia pélvica, come jamón, no comas jamón, da la teta, no des la teta, la alimentación: a demanda, el chupete es el infierno...

Por eso, la próxima vez que hables con alguien que tiene un hijo, no te arrogues el derecho de decirle que debe tener otro. A lo mejor, en el mejor de los casos, simplemente no le da la gana. Pero tampoco tiene por qué decirte eso a ti.

Leer más


jueves, 14 de diciembre de 2017

Niñas que se follan a señores

Repugnancia. Esa es la palabra que me viene a la cabeza con el caso de los jugadores del Arandina. Quizás también asco. Cierta violencia. Pero sobre todo repugnancia. Es la palabra. Y las palabras son importantes.

Es importante decir que es "una niña" porque cuando decimos "una menor de 15 años" la cosa a algunos les suena un poquito menos mal. Es importante decir "abuso sexual" y no "relación no consentida". No es lo mismo "Abusar sexualmente de una niña" que "Mantener relaciones no consentidas con una menor de 15 años".

Relaciones no consentidas. O consentidas. Da igual. La ley dice que una menor de 16 años, una niña, no puede consentir o no consentir. En España las relaciones sexuales entre un adulto y una menor de 16 años no están permitidas. El foco no está en sí lo que pasó fue consentido o no. Los tres cafres jugadores ya han admitido que mantuvieron relaciones sexuales con la niña. Sexo con una menor es delito. Serán condenados.

El foco debiera estar en otra cosa, en las palabras, en llamar a las cosas por su nombre. En hombres abusando sexualmente de niñas. En hombres que lo graban para presumir con los colegas de haberse follando a una niña. Si se eligen bien las palabras el acto repugnante se entiende mejor.

Pero, también, si se escuchan bien ciertas palabras se entiende mejor la sociedad en la que vivimos. Porque los hombres se acostaron con una menor pero oye, que ella quería follar con ellos. Se lo han dicho al juez. Ella se los folló.

Porque la niña tiene 15 años pero vaya 15 años. Que fue ella la que quiso montarse un trío con los tres. Que sabe latín. Que menuda es, se ha tirado a media clase. A las niñas hoy le crecen antes las tetas que los dientes. No es lo mismo que antes, que ahora las niñas son muy guarras y a lo mejor habría que revisar la ley para que la niñas fueran libres de follarse a todos los hombres que quisieran. ¿No son tan feministas?

Todo este párrafo también son palabras. Palabras mal elegidas pero palabras que se escuchan. Que se secundan. Que no se condenan. Pero las feministas, los feministas, son, somos, unos, unas, locas del coño. El invento del patriarcado y tal. Ya.

Leer más


votar